domingo

Cuando Hablamos de la Esclavitud

Les dejo aquí este mensaje de reflexión sobre lo que hacemos en nuestras vidas, para analizar si vamos a seguir permitiendo ser esclavos o los verdaderos amos de ella.


Parece que limitamos ésta a un plano físico y pensamos en el amo, como el que tiene el derecho y en el esclavo como el sumiso, el que obedece órdenes. Bueno, esta forma de esclavitud ha quedado atrás y aunque en muchas ocasiones somos testigos de sucesos parecidos, cada vez más se trabaja para abolir la esclavitud en su sentido más estricto e histórico. Sin embargo, la esclavitud sigue en otro plano en nuestras vidas, y en nuestro día a día. No somos libres de decidir, de hacer lo que sentimos... Estamos muy, pero muy condicionados por muchos factores. Tenemos un gran número de derechos y de deberes reconocidos en nuestra Constitución pero después nos encontramos con que, en la forma práctica, aunque tenemos derecho a una vivienda, no todos la tenemos; aunque tenemos derecho a ser respetados, a nuestra intimidad y honor, vemos la falta de respeto en la que las personas hemos caído (y aquí estoy hablando de todos los programas de televisión que quieren que sepamos más de la vida de otros que de la nuestra propia).

Los programas de cotilleo y morbo desmesurado, que ya casi forman parte de nuestra vida, y los vemos como lo más normal del mundo. Pero atención, señoras y señores, déjenme decirles que hemos pasado de una clase de esclavitud a otra muchísimo peor: la esclavitud de nuestra propia mente. Cuando convertimos en una necesidad la crítica, la amenaza, la culpa, la mentira, el cotilleo constante, cuando incluso justificamos todo ello, hemos caído en una trampa. Cuando nuestra mente se dirige hacia estas actitudes es porque muchas de ellas ya se han convertido en un hábito, que es incluso más dañino porque no lo vemos con nuestros ojos. Sin embargo llegamos a sentirlo en nuestro corazón. Cuando un patrón de pensamientos se ha hecho firme, es decir, hemos creado un hábito, por ejemplo, criticar a alguien, llega un momento en el que ya no sentimos la caída ni el dolor que nos produce la caída, cada vez que criticamos o mentimos.

Hemos de reconocer que muchos de nosotros somos esclavos de estos programas de televisión, pero ¿qué nos enseñan realmente a cada uno de nosotros?, ¿acaso son útiles para nuestra vida?, ¿qué beneficio me puede producir meterme en la vida de otra persona?, ¿acaso nos sentimos tan vacíos que necesitamos llenarnos de las emociones ajenas?

Cualquier tipo de esclavitud nos produce, tarde o pronto, pesar, dolor, sufrimiento... Para mí, lo más importante es no perder nunca la referencia de mi propio ser, el valor que tengo como persona, y mirar siempre mis cualidades (positivas). Decidir enfocar nuestra mente en lo positivo de nosotros mismos, nos libera de la esclavitud que supone tener nuestra mente centrada en la vida de los demás. Yo no necesito mirar todos estos programas y consumir todas las emociones ajenas de los famosos o no tan famosos. Una vez tuve una reflexión muy profunda, en silencio, me encontraba en un entorno pacífico, muy agradable, en contacto con la naturaleza. Me di cuenta de que el que busca fama y reconocimiento es el más pobre de todos.

Sin embargo, nosotros lo hemos convertido en los dioses y diosas de hoy día.
Para ponerte en el lugar que te corresponde y que mereces, tienes que bajar a todos esos de ese pedestal, verlos como iguales a ti, como personas seres humanos que tienen cualidades, pero que también se equivocan. No tienes nada que envidiarles, tampoco nada que criticarles. Mírate primero por dentro, pero en ellos sólo proyectas lo que hay en tu interior. La burla, la crítica, la amenaza, el rencor, las acciones violentas, todo ello son peligrosos enemigos que atentan contra nuestra dignidad, autoestima y contra la de los demás.

No hay nada tan valioso como nuestra dignidad. Haz algo para no perderla, porque ya muchos la han perdido totalmente. Sé el verdadero amo de tu vida, no para gobernar a nadie, sino para respetarte a ti y los demás. Si la felicidad existe, seguro que tiene poco o nada que ver con lo que vemos o se nos enseña en todos estos programas de cotilleo. Reflexiona sobre ello e intenta con honestidad, reconocer en qué posición estás, si en la del amo o la del esclavo. Puedo permitirme ser el amo o permitirme ser el esclavo.
Por Eva Mª Spreáfico Pérez

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